Es posible que en algún momento hayamos sentido un llamado a la simplicidad, pero al mismo tiempo aprendemos a desear y sentir que necesitamos más cosas de las que ya tenemos, aprendemos a complejizarlo todo bajo muchas excusas; en mi caso, desde hace mucho tiempo he separado la ropa del trabajo, a la de descanso por considerar que deben ser ampliamente diferentes, además me he convencido de que en ambas categorías debo tener suficiente. A esto se suman los bolsos de diferentes tamaños, colores y diseños para las diferentes ocasiones, y muchos zapatos de variadas alturas y colores para combinar a su vez con la amplia opción de ropa. Esto sin incluir las diversas categorías deportivas.
La realidad es que resulta fácil ir sumando más y más cosas, pues entre las presiones sociales, las tentaciones comerciales y el permanente cambio de las modas y tendencias, podemos terminar siendo un poco acumuladores. Pero no está de más preguntarse si en realidad es necesario tener tanto de lo mismo para convencernos de tener la abundancia que tanto anhelamos y queremos aparentar para lograr una imaginada aceptación social; a costo de tener cada vez más apego a lo material.
Mi llamado a la simplicidad lo tuve siendo niña y lo he recordado e ignorado siempre, pues solo lo tenía como un recuerdo anecdótico, que hoy me sirve para reflexionar. Recuerdo que de niña admiraba y envidiaba como los personajes de las caricaturas que me entretenían, vestían siempre igual, incluso recuerdo alguna escena en la que el personaje abría su armario y habían colgadas varias prendas idénticas. En su momento, nunca pasó por mi mente que esos personajes fueran aburridos o pobres por siempre vestir igual, juzgamientos que sí haríamos en la vida real; por el contrario, pensaba que era genial tener tan clara su identidad al saber cómo querían vestir siempre. Lo más cercano que hemos tenido a identificarnos verdaderamente con una apariencia es cuando tenemos alguna prenda favorita y nos la ponemos cada que vuelve a estar limpia, claro, esto es más común en niños que todavía no se han convencido de ese tonto concepto de tener que ponerse siempre algo diferente cuando se va a reunir con las mismas personas. Es como si pretendiéramos convencer al resto de personas que tenemos tanta ropa que no repetimos, o incluso que siempre estamos estrenando.
Me centro analizando la ropa porque ha sido el campo en el que más me he sentido aludida al hacer estas reflexiones, pero aplican también para lo pretensiosos que somos al querer conservar muchos libros que no nos gustan o que incluso no hemos leído ni leeremos; o con elementos de decoración del hogar que aunque se adquieran más, no desechamos los que ya no nos gustan tanto, así que para no atiborrar la casa se van rotando dejando muchos en bodegas o cajones ocultos; también con elementos de cocina, tendemos a comprar de forma impulsiva electrodomésticos por lo novedosos que nos resultan, pero finalmente suelen quedan guardados esperando la eternidad para ser usados o con solo un par de usos; en general, muchas veces nos llenamos de pertenencias “por si acaso”, que realmente no usamos ni necesitamos, pero de las que no salimos porque nos apegamos a ellas.
Es muy agradable cuando le puedes poner un nombre a un pensamiento vago que tienes, cuando puedes encontrar un autor que ya ha explorado más a fondo esta misma idea e identificarte con sus conclusiones. Eso fue lo que me pasó al conocer sobre el minimalismo; para mi esa palabra solo aplicaba a un estilo de arte o diseño, solo la había escuchado en esos contextos y me resultó fascinante descubrir un nuevo significado que aplica a un estilo de vida más sencillo, un estilo de vida que no se centra en tener menos, como muchos equivocadamente piensan, sino en tener lo necesario, lo que realmente nos hace felices.
No se trata de convertirnos en la caricatura de mi infancia, pero sí de definir de todas nuestras pertenencias qué es lo que nos hace verdaderamente felices y necesitamos, es un ejercicio de conciencia muy personal, pues solo cada quien puede saber y filtrar de todo lo que se tiene, lo que en realidad quiere llevar al futuro. Es sorprendente la cantidad de cosas de las que nos podemos liberar por haberlas comprado en automático, porque estaban con descuento o porque estuvieron de moda, pero que en realidad no nos producen felicidad, con las cuales no nos identificamos del todo, y si ocupan nuestro espacio, nos quitan tiempo en su limpieza, organización y elección día a día.
Leía hace unos días que esa costumbre que muchos tenemos de organizar el lugar de trabajo o estudio antes de comenzar con algún deber, respondía a la necesidad de tener un espacio más despejado para en realidad enfocarnos en lo que importa. Yo personalmente siempre atribuí este comportamiento a una forma de procrastinar, que igual puede ser un poco cierto, pero hay un punto interesante a resaltar en esa idea; no hay duda de que un espacio despejado nos permite concentrar mejor en lo que nos proponemos, por eso preferimos por ejemplo estudiar en una biblioteca, o por lo menos fuera de nuestra habitación. Un espacio con menos cosas nos genera un estado de mayor calma porque tenemos menos estímulos a nuestro alrededor. Así que elegir mejor las cosas que tenemos y mantenerlas en orden para tener los espacios más despejados, nos vendrá muy bien y seguro nos permitirá una mayor claridad mental en aquello que nos interesa.
He disfrutado mucho este ejercicio de hacer conciencia sobre todas las cosas innecesarias que guardo; pensar si realmente quiero seguir conservándolas y reorganizarlas, me ha permitido identificar mejor aquello que me gusta, que me queda bien, que me es útil y que quiero seguir teniendo, así como desechar todo aquello que solo está quitándome espacio, pues no me produce o aporta nada o incluso no me gusta.
Estas reflexiones sobre el minimalismo no vienen de una experta que ya no tiene apegos materiales, pero es una invitación al lector y a mi misma a reevaluar nuestras pertenencias para no convertirnos en acumuladores, una invitación a no convertir nuestro hogar en una bodega o tienda, sino que sea un espacio confortable que nos permita concentrarnos en lo que verdaderamente nos importa, y finalmente es una invitación a una vida más económica y sostenible, libre de muchas presiones de consumo, al permitirnos sentir que realmente no necesitamos todo lo que la sociedad nos hace pensar que debemos tener.
Que el amor, la tranquilidad y la salud los acompañe siempre.
Laura M. Serrano García
Colaboradora CASA MAESTRA
15 de Junio 2020
Recursos:
https://www.youtube.com/channel/UCs1p_zrf835mg2TAKEawrxw/featured
https://www.youtube.com/channel/UC5XwT5uM96DBk0LvxOqY54w
https://www.amazon.com/magia-del-orden-Herramientas-ordenar-ebook/dp/B00QSIV6L0
Deja una respuesta