A flor de piel

Dicen que cuando las emociones están a flor de piel es porque se notan o se manifiestan con facilidad en la superficie, y bueno, eso es exactamente lo que sucede con las emociones y la piel. 

La piel actúa como espejo del cerebro, por eso cuando nuestro nuestro sistema nervioso está desequilibrado, se refleja en problemas de piel, de igual manera, un estado constante de paz interior, se traduce en una piel radiante y saludable. 

Hace un año exactamente viví el punto más álgido de una crisis de acné que pensé no acabaría nunca. La rosácea se me había exacerbado, las hormonas estaban adaptándose a un montón de cambios (tenía un dispositivo intrauterino que tuve que remover), y la ansiedad social sólo contribuía a mantener activo el ciclo de estrés, acné, estrés, acné…

Aún recuerdo cómo me sufrí esos días en los que me llenaba de maquillaje para aparentar que mi piel estaba perfecta, sabiendo que no contribuía en nada a mejorar el acné, pero al menos disimulaba esa condición que se me hacía tan incómoda como vergonzosa. Salir sin maquillaje implicaba escuchar un montón de críticas y consejos que en lugar de ayudar, aumentaban la ansiedad y la inseguridad que de por si ya estaban bastante presentes en mis días. 

Para ese momento ya llevaba varios meses en diferentes tratamientos dermatológicos, había cambiado mi alimentación, eliminé el azúcar por completo de mi dieta, hacía ejercicio, yoga y meditación regularmente, mi negocio estaba creciendo más de lo que alguna vez imaginé y hasta me había enamorado, pero el acné se manifestaba con más fuerza que nunca (decidí no tomar antibióticos porque sus efectos secundarios eran más dolorosos que el acné mismo). La verdad es que no entendía qué me pasaba, no entendía por qué, si hacía todo lo que los especialistas me recomendaban, el acné seguía presente. Hoy, recuerdo las palabras de la dermatóloga “debes ser paciente porque el proceso puede durar un año”. Y así fue, un año tardé en volver a ver mi piel tan saludable como ya no recordaba. 

Después de intentar con tratamientos dermatológicos y nutricionales sin aparente mejoría, y convencida de que el acné sanaría si descubría su causa emocional, busqué ayuda con mi psiquiatra de cabecera. Su respuesta fue clara “debes tratar el síntoma y poco a poco iremos revisando la causa”. Ese poco a poco era lo que menos quería escuchar, pero venía de alguien en quien confío plenamente, así que continué con los tratamientos recomendados y los hábitos saludables, empecé a leer sobre biodescodificación, a hablar con expertos en el tema y a disminuir el uso del maquillaje.

Fue un proceso de bastante dolor, pero también una oportunidad para ver cómo la vida me ponía en situaciones que me mostraban la dualidad en la que me debatía todos los días y que era lo que me causaba sufrimiento. Una de esas situaciones claves (y de las más felices de mi vida), fue la participación con dos de mis clientes en la semana de la moda de Nueva York. Me acompañaban la felicidad y satisfacción de trabajar en tremenda hazaña, así como la presión por sentir que debía lucir impecable para estar acorde al contexto: modelos, diseñadores/as y buyers internacionales, para quienes su interés estaba en temas diferentísimos al acné de una de las tantas personas trabajando detrás de escena. 

Esta dualidad la encontré en muchos aspectos de mi vida, pero no la veía con la claridad que hoy la cuento, sólo sentía la necesidad de seguir un camino guiado por el amor, la autenticidad y la confianza en lo divino. Esto me llevó a hacer un montón de cambios que implicaban volver a un terreno de incertidumbre, ese en el que no se sabe dónde va a ser el siguiente paso, pero el único en el que se puede sembrar lo que se desea cosechar. 

Un año después de mi crisis de acné me siento muy cómoda saliendo a la calle sin maquillaje, cambié mi trabajo, mis relaciones, mis hábitos y mi vida. Cada vez entiendo y acepto más la dualidad que viene con la humanidad, el proceso interminable de conocerme, aceptarme y amarme, de desaprender patrones y aprender a vivir en el presente. Hoy disfruto de mi piel sana, la cuido, la valoro y escucho cada parte de mi cuerpo como si fuera Dios hablándome.

Mi rutina de cuidado de la piel consiste en lavar la cara al levantar, al menos una vez durante el día, y antes de dormir. Uso bloqueador como desodorante (esta es una frase que me ayudaba a recordarlo cuando aún no lo había interiorizado), siempre procurando tenerlo aplicado entre las 9 de la mañana y las 3 de la tarde. Me exfolio la cara dos veces a la semana, me aplico mascarillas una o dos veces a la semana, y me hidrato la piel sólo cuando la siento muy tensa. Uso un roller facial de cuarzo rosado que me permite una pausa para ser consciente de cada parte de mi cara y cuello. En las noches aplico la crema de turno (en este momento estoy usando un gel para disminuir la inflamación), y estoy haciéndome unas limpiezas faciales con hydrafacial que me dejan la piel increíblemente limpia y protegida. Complemento aplicando unas gotas en la cabeza para fortalecer el cuero cabelludo, pues durante cuarentena (que en Colombia ya vamos en 16 semanas), se me ha caído el cabello un montón.

Escuchar y entender las emociones a través del cuerpo es una manera maravillosa de hacerlo. Nuestro cuerpo nos cuenta historias que llevamos cargando desde hace un tiempo, pero que probablemente no conocemos. El cuidado de la piel es una herramienta poderosísima para potenciar el amor propio. Cuidar de cada parte de nuestro cuerpo nos hace consciente la parte terrenal de la vida, este cuerpo en el que habitamos. 

Para hablar más sobre la relación de las emociones y la piel, estaremos haciendo un en vivo por Instagram @casamaestra.co el sábado 18 de Julio 2020 con la dermatóloga Luisa Diaz (quien ha venido tratando mi caso) y las psicólogas especialistas en PNL Mafe y Caro, colaboradoras de Casa Maestra. En esta oportunidad podrán hablar de sus casos y escuchar de primera mano cómo es esto de la conexión entre las emociones y la piel. Lxs esperamos. 

Estan son unas fotos de mi piel y mis emociones hace hace un año y hoy.



Que el amor, la tranquilidad y la salud lxs acompañen siempre. 


Vanessa Martínez
Co-fundadora
CASA MAESTRA
8 de Julio 2020

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